
Joven, arriesgada, pasional y aventurera son algunas de las palabras que me describen.
Estar acostumbrada a vivir una libertad altamente satisfactoria y enterarte que estás embarazada es una noticia bien complicada. A pesar de que fomento constantemente los vínculos familiares, de hermandad y amistad, se me hizo un poco difícil aceptar la idea de ser madre y decir “vamos pa’ encima”.
Pues sí, lo acepté y decidí correr la milla extra por la nueva bendición que venía en camino. Más aún cuando cuento con un hombre maravilloso al que pronto llamaré mi esposo. Algo que siempre he tenido claro es no permitir que mi nueva realidad consuma mi manera de ser y de ver la vida. En todo el transcurso de mi embarazo me preparé mental, emocional y espiritualmente para que fuese la etapa más orgánica y especial de mi vida, sin perder mi esencia de mujer. Me rodeé de gente maravillosamente hermosa que me (nos) apoyó en todo el proceso. Me mantuve activa en mi día a día y no permití que el embarazo me limitara dentro de todo lo posible. Trabajé, estudié, ‘janguié’, limpié, recogí café, fui camping a culebra (en más de una ocasión), asistí a varios conciertos, bailé, reí y ‘chiché’ hasta el día antes de dar a luz (sí, ‘chiché’, así como lees).
Y para ser sincera nunca me había sentido con tanto apetito sexual como en mi embarazo; sumándole a eso que mi pareja me decía todos los días lo hermosa y atractiva que me veía con mi barriga, mis estrías y mis enormes tetas. Intentamos varias posiciones y todas resultaron, por lo tanto estar embarazada no es límite. Incluso, nuestro médico y ‘doula’ eran pro “sexo en el embarazo”. Eso me ayudó, en gran parte, a tener el parto más HERMOSO, ORGÁNICO Y GRATIFICANTE que siempre había imaginado.
Hoy día tengo una hija preciosa que me acompaña a todas partes, se acopla a todo ambiente y ríe a todas horas. Definitivamente, ser madre es lo más hermoso que le puede ocurrir a una mujer.
¡Felicidades a todas las madres en nuestro mes!